II

-¿Falta mucho?

-46 segundos menos que la última vez que preguntaste.

-Bueno, pero esa vez no me contestaste. ¿Falta mucho?

-Ayer faltaban cinco días. Pasó un día. ¿Cuántos días faltan ahora?

-¿Cuatro?

-No, seis. Me equivoqué de camino.

-Me estás gastando.

-Sí. Cuatro días son.

-Tengo sed.

-Yo también, te dije que por eso ibamos a Suiza.

-No, agua quiero.

-Bueno, allá hay un río, tomá de ahí.

-Ah, me olvidaba que todavía no se inventó la contaminación.

-¿Qué?

-Tengo la idea firme de que en un futuro no tan lejano, el agua de los ríos no se va a poder tomar así nomás porque el agua va a estar contaminada.

-No entiendo esa palabra.

-Yo tampoco, la acabo de inventar. Lo que me recuerda, ¿qué era eso de Varileche, o como sea, eso que dijiste ayer?

-No se de qué estás hablando.

-Algo de que la iba a pasar mejor en Suiza que en ese lugar.

-Repito: no se de qué estás hablando. Por favor, tratá de controlar tu mitomanía unos días, ¿ok?

-¡¿De qué me está acusando don Rhyder?!

-De decir pavadas al rolete, cerrá el pico de una buena vez.

-Sí, señor.

Y Arthur se calló por 52 segundos.

-¿Falta mucho?

(se recuerda al lector que nuestra historia es previa a la revolución industrial y que los teléfonos celulares de los protagonistas y otros artefactos son artesanales)