IV

Arthur amaneció especialmente lúcido el cuarto día de viaje.

-¿Cuánto tiempo estaremos pasando en donde quiera que estemos yendo?

-No se. Depende cómo vayan las cosas, podemos estar unos días... o no.

-¿Cuáles son tus planes más o menos?

-Si fuera por mí nos quedaríamos allá toda la vida.

-Y, pero tenemos que ir a buscar a mi viejo.

-No tiene nada que ver con eso. Lo que pasa es que... no estoy tan seguro de que seamos... bien recibidos.

-¡Ah, qué bonito eh! Me siento estafado.

-Sí, te vas a sentir peor a medida que pasen los días.

-Qué pedazo de basura sos, Rhyder.

-Me lo ha dicho gente más importante, no me afecta.

-Sabés que esto se podría considerar un secuestro, ¿no?

-No, tengo un papel en el que aceptás acompañarme voluntariamente.

-Mentira, yo no firmé nada.

-No, pero yo sí.

-Pero el acuerdo es entre dos partes, y la firma de una única parte no tiene valor si no está presente la firma de la otra parte.

-¿Seguro?

-Y, mucho no se, pero...

-Ah, no sabés, fuiste, yo gano.

-No, pero es obvio que...

-No, nada es obvio en la vida.

-Hay cosas que si.

-Es una cuestión filosófica. Para mi no, punto y aparte.

-Rhyder, mis abogados y yo te vamos a hacer un buraco en la billetera que no tenés ni idea.

-No digás huevadas, la gente como vos no tiene ningún tipo de derechos.

-¿Cómo no? Soy de familia noble.

-Sí, en un país que nadie conoce, que probablemente ni exista.

-Mirá cómo hablás de mi familia... ¿Y te decís amigo de mi padre?

-No soy amigo de tu padre. En realidad ni lo conozco, sólo se que está en Siria, preso.

-¿Y qué te motiva a rescatarlo?

-La verdad, nada. Ahora silencio y concentración, que esta parte del camino es muy peligrosa.

-No. Exijo una explicación.

-Te la voy a dar, pero en la posada.

-Sonó mal eso.

-Sí, bueno, se entiende. Ahora, shhh.

La ruta continuaba en la forma de un camino de cornisas y había multitud de carteles que anunciaban zonas de derrumbes. Esto llevó a Arthur a cerrar la boca una vez más. Además, con ese Rhyder no se puede hablar.